En una cancha de futbol, sentados detrás del arco, Julio y Esteban desatan los cordones de sus botas.
—Esteban, —dice Julio— la Myriam está enojada conmigo.
— ¿Y eso, por qué?
— Te cuento, el fin de semana pasado salimos, y al pasar por una tienda de mascotas, se le ocurrió que le comprara un cachorro de raza, de esos peludos.
—¡Son caros!
— No se lo compré. Paré a comprar una bebida, tenía sed, al volver al coche la encuentro con mi celu
—¿A la Myriam?
— Sí, a ella. La copuchenta leyó mi WhatsApp y descubrió que tengo un hijo con mi ex. Se enojó y me dijo de todo. Yo le dije, si no te gusta, chao nomás. Y ahora me arrepiento. No hemos hablado en una semana.
—seguramente ahora no confía en ti —dice Esteban
—¿Oíste tú algo?
—No.
—¿Ella te contó algo?— insiste julio
— Nada.
— ¿Me lo dirías?, eres mi amigo.
— Ya te contesté—
— ¿Te ha contado algo?
— ¡Qué soi porfiado!
— Tal vez quiere un gallo que no tenga pasado: un huevón como tú.
—Ya te picaste— apunta Esteban
—Vete a la mierda—le tira Julio. Esteban, con calma y sin enojo, se marcha. Camina por la arboleda que circunda la cancha, rumbo a su casa. Al morder la manzana que lleva en el bolso, piensa en la boca de Myriam
Buen cuento, revisa, Julio, falta mayúsculas.
Me gustaMe gusta
Gracias Isabel, cambiaré j por J
Me gustaMe gusta