El viaje

Elisa vivía con sus padres. Tenía dieciocho años y supuso que lo que sus padres tenían para mostrar, lo habían presentado en más de una ocasión.  El mundo— reflexionó— es una red que nos brinda la oportunidad de cazar a nuestros sueños. 

En un momento de su viaje, encontró un lugar de su agrado y permaneció. A lo largo del tiempo, adquirió muchas cosas y conoció personas con las que compartía un poco de sí misma.

 Pasaron los años.  Se dio cuenta de que había llegado el momento de partir otra vez.  Echó algunas pilchas en la maleta y se encaminó hasta la estación del pueblo. Llegó exhausta a esperar la llegada del tren.   Cuando pensó en la maleta que portaba, se dirigió a la oficina de la estación para ofrecerla al joven que vivía allí. El joven la miró sorprendido; iba a contarle su situación, pero no tuvo tiempo.  Elisa corrió hacia afuera como si fuera a perder el tren.

El muchacho abrió la maleta con cautela.  Solo piedras. Ofuscado por la burla de la anciana, corrió al andén para encontrarla. No había nadie. 

Una estación fantasma de más de cincuenta años.

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