Malas noticias

 Un moscardón madrugador rompió el silencio sobre la cabeza de Eloy Pizarro, despertándolo. Se levantó en calzoncillos, tomó la jarra de agua y la vació en el lavatorio. Se lavó la cara, las axilas y se secó con la toalla.  De la repisa sacó la peineta,  una vez peinado, agarró la camisa colgada, y del suelo, sus pantalones.  Luego salió a inspeccionar sus tomates.  

La calle de enfrente a su chacra lo llevaba al Dimeno, un almacén que visitaba cuando tenía que comprar provisiones y vender sus hortalizas. La dueña, Doña Marta, era una especie de amiga que lo conocía de toda la vida. 

Eloy miró el cielo, estaba nublado. Decidió ir a lo de Doña Marta a negociar el precio de sus tomates. Salió mascando una hojita de menta para endulzar su aliento. Al llegar al almacén vio a Marta al otro lado del mesón pelando habas. Tenía la televisión encendida, pero no prestar atención al noticiario.  Él escuchó atentamente, unos jóvenes habían asaltado el único cajero automático del pueblo. 

Negociaba el precio de sus tomates cuando entraron al almacén dos hombres con placa preguntando por Eloy Pizarro.  Eloy, al escuchar la pregunta se puso muy tenso, cruzó su mirada con doña Marta. Ambos comprendieron que buscaban al muchacho. 

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