Palabras perdidas

Pedro tiene una pachorra que ya dura meses.  Su madre lo atrinca, pero a él se le aconchan las ganas de trabajar. ¿Qué es lo que le sucede?  Reclama que los porotos, tres veces a la  semana, con rienda y ají, le empeoraba su digestión y le hinchan las almorranas.

Soi una bola huacha que no sabí pa’ onde vai, un cabeza de pájaro que ya  me tení cabriado.— Le tira a la cara su padre. Su presencia lo avinagra, lo trata como el ajo, mientras que su madre siempre espera un batatazo  de suerte.

Un viernes  mientras su madre cuelga los calchunchos, Pedro la sorprende con un  abrazo y para ponerla contenta le cuenta el camote que ha encontrado trabajo; es en la construcción y necesita unos  calamorros. Ella se pone muy contenta y parte a conseguirlos con su hermano que trabajaba de basurero en el Almendral. 

 Pedro vagabundea  todo el día sin ir a ningún trabajo.  A mitad de semana ha encontrado una excusa para instalarse nuevamente a la hora del almuerzo en la casa.   —Estos calamorros,—dice, arremangándose los pantalones para mostrarlos— son muy pesados  y me sacaron callos, yo echo los bofes  trabajando, pero no puedo más,  el dolor de patas me malea.  

Este nos está embolando la perdiz, pa’ mí que ni ha ido a ninguna pega. Y yo me estoy encalillando para llenarle elguargüero— señala su padre.  

A su madre le da julepe la situación, podía haber un encontrón entre el padre y el hijo.  Poniéndose del lado del marido, le lee la cartilla

—Aquí no te quedai más sacándote los loros!—  le grita. 

Pedro se va a la esquina.

Toy pal gato— le comenta  al quiosquero y le pasa diez peso pa un cigarro. — Yo  era el chiche de mi mamá.

—No tení  que ser tan agilao. Quizás serví pa’ cafiche—Se mofa el quiosquero.

—–¡Qué soi patevaca!—Le gruñe Pedro. En verdad, quiere echarse el pollo, y entre pitos y flautas encontrarse un bombocito y vivir al tuntún.

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