Faustino

 Faustino en la oficina tenía una actitud de colegial, más preocupado por distraerse que hacer su trabajo, cometía errores que ocasionaban problemas en el balance de cierre de nuestro departamento financiero. A las amonestaciones del jefe se excusaba con cara de bobo y, en cuanto este se daba la vuelta, soltaba: «¡Que la Fuerza le acompañe!».

 Su escritorio estaba junto al de Juanita, una mujer que parecía una buena empleada.  Sin tiempo, para tonterías, siempre que podía, reprochaba a Faustino su pereza y falta de interés por su trabajo. Resentido, él se burlaba de su gordura. Ella trabajaba sin levantar la cabeza, lo que dejaba minutos de ocio al final de la jornada, los aprovechaba tejiendo.

 Faustino me sorprendió con un plato de lasaña que su madre había preparado con esmero.  Tras aceptar su cortesía, me convertí en su amiga y durante mucho tiempo me buscó para hablar de su plan para ganar dinero, se centraba en el mercado inmobiliario, las casas rematadas, comprarlas baratas y revenderlas caras. — ¿Y cómo se hace eso sin capital? 

—Ahorrando—, me respondía.   

—Quizás en cien años—, decía yo.  Y cambiaba el tema contándole algún chisme sobre Juanita, cuya diligencia era siempre motivos de burlas en la oficina. Eso bastaba para que Faustino se olvidara de sus planes para enriquecerse y volvían sus tallas contra su némesis.  

Faustino nunca asistía a nuestras reuniones de los viernes en el bar, no bebía, pero un día oyó hablar de un bar de toples que había abierto a una manzana de la oficina.  Pronto empecé a notar que mi amigo desaparecía de la oficina a la hora de almuerzo. Recuerdo que un miércoles, cuando volvió de almorzar, se quedó dormido delante del ordenador como un oso.  A Juanita se le acabó la paciencia y escribió una carta al departamento de recursos humanos denunciando su actitud poco profesional. El jueves y el viernes, Faustino no se presentó en la oficina. ¿Qué le pasó a Faustino? No lo sabíamos.  Juanita afirmó que lo habían despedido por su mal desempeño. No obstante, el lunes descubrimos que Faustino había cambiado de trabajo, y ahora, rodeado de muchachas, se desempeñaba como cajero del restaurante toples. 

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