
Madagascar, en el año tres mil veintidós, es una central de producción de energía a nivel mundial. Todos los operarios de la central nuclear son robots, ocupados en manipular las barras de combustible radiactivo.
El robot Mil Ciento Diez, con las tuercas aceitadas y apretadas, caminaba hacia su celdilla, después de una larga faena. De repente, sufre una falla en su sistema motriz y hace un gesto inusual: levanta la cabeza y mira a su alrededor. Está desorientado y comienza a caminar en dirección opuesta a su celdilla, hacia los cerros. Arrastra los pies y no sabe caminar en tierra. Avanza pesadamente.
En las quebradas abundan los árboles del pan, los bambúes y los helechos. El terreno es accidentado y esto supone un gran esfuerzo. Dobla sus crujientes articulaciones y se sienta sobre una piedra negra de magnetita. El asiento es un imán para su trasero de metal, lo atrapa en medio de la naturaleza. Los animales del bosque se pusieron curiosos cuando lo vieron. La rana tomate emerge entre las albahacas venenosas; el gecko satánico alza su cola en forma de hoja mordida y lo mira intrigado; la hermosa polilla amarilla, vuela cerca de sus ojos, mareándolo.
El racional aporte del chip en su cabeza, le advierte regresar a la base. No puede. Mil Ciento Diez se ha quedado sin batería.
Aquella noche, al hacer el recuento de personal en la central nuclear, su número no aparecía. Ocasionalmente, esto sucede, y por alguna razón extraña algunos de los robots obreros desaparecen sin dejar rastro.
Con el paso del tiempo, el proceso de vida en el bosque transcurre con voracidad. Un día, Mil Ciento Diez, en completo estado de oxidación, se desploma en pedazos de metal.
Se encuentra oculto entre las flores del árbol del pan y los bambúes de cañas verdes.
Un cuento que induce a meditar durante largo tiempo sobre muchas de las cosas que nos afectan en nuestro día a día y a nuestra existencia en general. Ejemplificarlo con la aventura de ese pobre robot ha resultado todo un acierto.
Me ha gustado de veras.
Gracias por compartirlo.
Un saludo y feliz Navidad.
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Gracias Ditalco, me alegro de que te haya gustado y nos seguimos leyendo, un abrazo y feliz Navidad para ti también.
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